Siempre doblan por ti

¿Y qué si solo somos púgiles con guantes de huesos y sangre, que aun estando ante el mayor de los pesos pesados lanza un cross a la mandíbula de su contendiente? 
Sin embargo, ni siquiera acertamos a darle, pues ni nosotros somos púgiles, ni él está ahí, y tampoco caemos a la lona, pues no hay ring que lo sustente.
Y caemos, y caemos… Y seguimos cayendo hasta que nuestros ensangrentados oídos oyen el repicar de la campana. Es hora de levantarse de la nada y vestirse de nuevo los guantes de huesos y sangre, de lanzar un crochet que, quizá esta vez, alcance la mandíbula de nuestro contendiente.
Tampoco en esta ocasión, pues ni somos púgiles, ni él está ahí, ni hay lona ni ring. Y caemos, y caemos… Y seguimos cayendo hasta que nuestros ensangrentados oídos oyen el repicar de la campana.
Es hora de levantarse de la nada y vestirse una vez más los guantes de huesos y sangre, de lanzar un uppercut que, esta vez sí, alcanzará la mandíbula de nuestro contendiente.
Tampoco, pues ni hay púgil, ni hay contendiente, ni lona, ni ring. Y caemos, y caemos… Y seguimos cayendo hasta que nuestros ensangrentados oídos, por primera vez, no oyen el repicar de la campana.
Y, pese a ello, es hora de levantarse de la nada por enésima vez para vestirse los guantes de huesos y sangre, pues aun cuando no se llegue a oír la campana, la vida no es sino levantarse cada vez que se cae.
Incluso ahora que las campanas doblan por mí.

 

(Colaboración con letra y voz en el proyecto Oklo, de Erik Zubiria)

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